El cometa interestelar 3I/ATLAS, descubierto en julio, irrumpió en nuestro Sistema Solar con varias sorpresas que fascinan a los astrónomos: es un objeto que llegó desde otro sistema estelar y mostró señales inequívocas de actividad criovolcánica, un rasgo asociado a cuerpos congelados que nacieron en los confines de nuestro propio vecindario cósmico.
Este comportamiento típico de objetos pertenecientes al borde de nuestro Sistema Solar, despertó preguntas profundas sobre su estructura interna y sobre los procesos que pudieron moldearlo durante miles de millones de años.
Las imágenes y mediciones reunidas por equipos europeos, con un rol central del Telescopio Joan Oró del Observatorio del Montsec, marcaron un antes y un después. Por primera vez se logró detectar en un objeto interestelar chorros de gas y polvo que emergían del interior por la acción de volcanes de hielo.
La observación cambió la manera en que se describe a estos visitantes, que en general se consideran fósiles intactos sin una dinámica interna compleja.
Los científicos analizaron con detalle el comportamiento del cometa mientras avanzaba hacia su perihelio, el punto en el que más se acercó al Sol el 29 de octubre. Cada día sumó datos inesperados. A medida que la superficie recibía mayor radiación solar, el hielo atrapado en sus capas externas se transformó en gas y formó chorros visibles desde la Tierra.
Este proceso, conocido desde hace décadas en cometas de nuestro sistema, adoptó en 3I/ATLAS una forma más intensa y estructurada que la habitual. Por ese motivo los investigadores interpretaron las emisiones como actividad criovolcánica, una conclusión que abrió un abanico entero de interrogantes.
Así, los investigadores encontraron evidencia de que, a medida que el cometa se acercaba al Sol, una serie de criovolcanes (conocidos como “volcanes de hielo”) entraron en erupción en su superficie.
La activación de estos chorros helados se puede explicar por la composición del extraño cometa, según un estudio recientemente en el servidor de preimpresión arXiv.
El misterio detrás de la activación de los chorros resulta clave para entender la estructura del objeto. Los estudios preliminares sugirieron que el disparo de los volcanes de hielo se produjo cuando el calor solar alcanzó el umbral en el que el dióxido de carbono sólido se transformó en gas. Esa transición generó presión en cavidades internas y permitió que un líquido oxidante circulara hacia zonas ricas en hierro, níquel y sulfuros.
La reacción expulsó material y originó los chorros detectados por los telescopios. La secuencia indicó que 3I/ATLAS no es un relicto totalmente inerte, sino un cuerpo con procesos internos activos cuando recibe suficiente energía.
El equipo liderado por Josep Trigo-Rodríguez comparó la composición estimada del cometa con muestras de condritas carbonáceas de la Antártida, recuperadas por campañas de la NASA. La espectroscopia apoyó la interpretación: los patrones de interacción con la luz se acercaron a los de meteoritos primitivos que conservaron una mezcla rica en metales y materiales volátiles.
Una de las muestras analizadas incluyó un fragmento considerado remanente de un objeto transneptuniano. La coincidencia entre ambos análisis fortaleció la hipótesis de que 3I/ATLAS se formó en un ambiente frío y lejano a su estrella original, con una composición similar a la de cuerpos que hoy orbitan más allá de Neptuno.
Los científicos destacaron la sorpresa de ese resultado. “Todos quedamos sorprendidos”, declaró Josep Trigo-Rodríguez. También afirmó: “Al tratarse de un cometa formado en un sistema planetario remoto, es notable que la mezcla de materiales que forma su superficie se asemeje a la de los objetos transneptunianos, cuerpos formados a gran distancia del Sol, pero pertenecientes a nuestro sistema planetario”.
Las conclusiones temporarias indican que la física y la química que gobiernan la formación de mundos helados podrían repetirse en sistemas estelares distintos. Si esto se confirma, este tipo de cuerpos sería mucho más universal de lo que imaginábamos.
El interés generado por el cometa creció todavía más por su rareza estadística. Solo se registraron dos objetos interestelares antes de 3I/ATLAS. Cada visitante que llega desde afuera de la influencia gravitatoria solar funciona como un mensajero del pasado profundo de otra estrella.
La edad estimada del cometa podría superar la de nuestro propio Sistema Solar, lo que permite estudiar condiciones químicas primordiales que no se conservan en los cuerpos que nacieron aquí.
Su paso ofrece una oportunidad única y fugaz: el año próximo continuará su trayectoria hiperbólica y desaparecerá para siempre.
Fuente Infobae






















